En España no había tradición de que un diseñador consgrado aceptase el puesto de director creativo en una marca cuyo diseñador había fallecido.
No sabemos si el caso de Font en DelPozo (ahora ya sin Jesús en todos los sentidos) será una curiosidad histórica o la vanguardia de algo que por estos lares no se estilaba pero que en realidad es la forma lógica de continuar con un negocio que funciona.
Lo que sí podemos asegurar que los archivos de la casa han contado poco. El primer desfile de Josep Font es muy coherente con el trabajo que realizó bajo su nombre, lo que se agradece y mucho porque es sin duda uno de los (pocos) grandes que hay en España y bebe del archivo más analizado, visto y reinterpretado de la historia, ese que hace tan solo dos meses nos preguntábamos como lo reflejaría Raf Simons en su primera colección para Dior. Font explora esa ruta, la de las chaquetas Bar, los vestidos de gasa ultrafemeninos, o la de los vestidos de novia que se inspiran en los años 50 y a la vez son tan actuales.
En una semana de la moda como la española, en la que acostumbramos a ver refritos de colecciones que ya están quemadas por las tiendas "low cost" es un lujo encontrar a alguien que sabe ver por donde van los tiros. Aunque estos tiros puede que no tengan demasiado mercado en España.
viernes, 31 de agosto de 2012
miércoles, 29 de agosto de 2012
The Newsroom
Debo empezar pidiendo perdón. Perdón porque voy a ser hereje con uno de los pocos dioses que existen: Aaron Sorkin. Perdón por no hablar (o hablar poco) de ropa, que es de lo que se supone que sé y lo que el insensato que entra por aquí espera encontrar. Perdón por empezar así un post.
Tras ver los diez capítulos de la primera temporada de The Newsroom tengo la sensación de haber visto una serie genial de ciencia ficción que retrata un tipo de periodismo que solo existe en las series de televisión idealistas y en la cabeza de algunos universitarios que ven series así.
Porque el periodismo que muestra no se acerca ni de lejos al que se practica en el mundo real, ese que lleva a un policía a un programa que parece dirigido por @masaenfurecida para que cuente en rigurosa exclusiva y en directo secretos de un sumario, salvo que en este caso no es como en la serie en el que la concesión al amarillismo se hace por un "bien mayor". Eso nunca existe.
Y a pesar de todo es la gran baza de la serie, esos pequeños grandes momentos de épica que la vida real no ofrece y que Sorkin tan bien sabe escribir. Eso y las maravillosas camisas de Mackenzie, los trajes de Sloan y el corte de pelo de ambas.
Porque en casi todo lo demás, la serie hace aguas: personajes que se suponen inteligentes y profesionales pero que se comportan a golpe de capricho o rabieta. Eso cuando te caen bien, porque hacía mucho tiempo que no sentía tanta antipatía por tantos personajes a la vez: becarias que se suponen pizpiretas y son más tontas perdidas, chicos encantadores que en realidad no llegan a pagafantas pardillos, y así con casi todos los personajes.
Las series con moralina me molestan especialmente por la condescendencia con la que suelen estar escritas. Sorkin solía salvar estas papeletas airosamente. Cualquier fan de El Ala Oeste puede corroborarlo. Pero lo que allí era encantador aquí es cargante, llegando a la altura de querer reírse de la obra culmen de la ciencia ficción televisiva de la última década, Sexo en Nueva York (porque si lo de Carrie era imposible, este periodismo y el funcionamiento de una cadena de noticias todavía lo es más), que parece ser el mayor bodrio de la historia de la televisión para algunos simplemente por tener un público mayoritariamente femenino y hablar de moda, eso que tanto miedo da a los que no entienden nada de ella.
En un ejercicio de incoherencia habitual en mí, veré devotamente la segunda temporada, esperando que se repitan momentos brillantes como la escena inicial de la serie y el maravilloso análisis de qué es y cómo funciona el Tea Party republicano, que es en mi opinión el mayor acierto de la serie y un ejemplo de lo que nunca veremos en un televisión de por aquí.
Y porque confío en Aaron Sorkin y sé que él puede hacerlo mucho mejor.
martes, 28 de agosto de 2012
Mensajes
La ropa tiene mensaje.
Lo que nos ponemos para taparnos habla por nosotros mucho más de lo que algunos desinteresados por los trapos quieren creer. No voy a caer en el discurso del azul cerúleo porque está más sobado una barandilla pero el puño en alto y el lema ¡No pasarán! que una de las Pussy Riot se puso todos y cada uno para asisitir al juicio en el que se las condenó por incitar al odio religioso y en el que en realidad se ponía a prueba la existencia de verdad de la libertad de expresión.
Una camiseta que simboliza todo lo que ella no puede decir. Una camiseta que es ya un clásico, o debería serlo.
En un mundo en el que muy poca gente tiene la libertad de decir lo que realmente piensa y en el que todavía hay gente que se juega la vida haciéndolo, lo menos que se puede hacer en este pequeño rincón es decir #freePussyRiot.
lunes, 20 de agosto de 2012
Absolut 12- 46664
Es bastante habitual que en los últimos tiempos algunas marcas de ropa decidan que la mejor forma de introducirse en el complicado mundo de la moda sea de la mano de un nombre popular, pero no del modo en que casi todas suelen hacerlo, que es vinculando la marca a la imagen de la celebridad a través de la publicidad, sino convirtiendo directamente al famoso en parte del proyecto, muchas veces incluso diciendo que es el diseñador.
Casi siempre que los famosos aceptan este tipo de proyectos suelen estar vinculados a proyectos humanitarios o relacionados con alguna causa social. Por eso cuando se anunció el lanzamiento de una marca sudafricana vinculada a Nelson Mandela llamada “46664” (este era su número de preso durante los años que permaneció encarcelado) no resultó del todo extraño. Ya había sido utilizado en otras ocasiones, como fue el caso de la línea de joyería lanzada en colaboración con Montblanc y Louis Vuitton en 2008 y cuyos beneficios iban destinados a la lucha contra el sida.
Por eso no sorprendió que una marca se lanzase con una filosofía inspirada en el respeto a la diversidad que siempre ha defendido Mandela, además buscaba apoyar el sector textil de Sudáfrica y pretendía debutar este septiembre en la Semana de la Moda de Nueva York. Pero la fundación Mandela ha negado cualquier relación; parece que el asunto se va a convertir en una lucha por los derechos de uso de una marca registrada. Y es que está claro que un nombre famoso pone a cualquier empresa bajo el radar y esta marca no hubiese tenido esta repercusión si no hubiese aprovechado la fama de Mandela. Aunque esta nunca es la manera.
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