En este momento en el que por tener internet creemos que debemos opinar al momento porque podemos hacerlo, a veces es mejor tomarse un tiempo de reflexión y pensar dos veces lo que queremos decir para decirlo no sólo más reposadamente sino más calmados.
Y esto viene a cuento porque las barbaridades que podían haber salido de mi boca opinando del desfile de Dior tras el despido fulminante de Galliano, habrían quedado aquí negro sobre blanco (porque ya ni siquiera vale borrar porque está la terrible "caché de Google") y en estos casos más que nunca somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras.
El último desfile de de Galliano para Dior viene a demostrar que las colecciones, da igual si se presentan en la Barranquilla Fashion Week o en París, no están terminadas hasta 5 minutos antes de salir a la pasarela. Y que se trabaja en ella y en su coherencia final durante los últimos 10 días.
Esos 10 días en los que Galliano desapareció del taller impidiendo que su genio (puede que drogado, pero genio al fin y al cabo) le diese coherencia a una colección que no dice absolutamente nada y en la que cada salida parece no tener nada que ver con la anterior.
Y no sé si es cosa mía o que me vi los desfiles de mal humor pero hacía mucho tiempo que los desfiles de París me parecían que eran tan poco interesantes.
Chanel en caída libre hacia los abismos y con unos desfiles en los que lo único interesante es la puesta en escena, Lanvin autoplagiándose una y otra vez, la sucesora de McQueen a punto de quedarse sin descartes de Alexander de los que seguir tirando y tirando, con Louis Vuitton intentando epatar con el capítulo uno de "El libro de los tópicos de la moda: Hoy Fetichismo y Portero de noche" (super rompedor vaya), un Givenchy profundamente decepcionante en la que sigue la tendencia cada día más de moda de repetir las propuestas de la colección de hombre en la de mujer, algo que es cada vez más habitual en más diseñadores, pero que fracasa estrepitosamente en esta ocasión y con el diseñador de Balmain ingresado en un psiquiátrico días antes del desfile en el que se da una vuelta de tuerca más al brillo y al pantalón pitillo aunque esta vez con la aportación de unas ¡botas blancas!, pocas cosas se salvan de la quema. Concretamente tres:
1. Los zapatos de Miu Miu. Los complementos son por norma general lo más interesante de las propuestas de Miucca y en esta ocasión el brillo de los zapatos conseguía reforzar una colección con la vista puesta en los años 30 y en la que no faltan los ya habituales estampados de animalitos y que no aporta gran cosa en realidad.
2. Las solapas de piel de Van Noten (Detalle que por cierto, también utilizó en la colección para hombre).
En realidad toda la colección es maravillosa. La maestría de Van Noten a la hora de combinar estampados consigue que una colección con unas siluetas y prendas discretas se convierta en algo más sin necesidad de ser ni estridente ni escandalosamente llamativo.
3. El blanco en YSL
Después de varias temporadas en las que sus colecciones fueron muy contestadas, la de primavera pareció acallar los rumores sobre la salida de Pilati de YSL (rumores que han vuelto con los que especulan el baile de sillas que supondrá la sustitución de Galliano). Y esta debería ser la colección que enterrase esos rumores porque sin perder en ningún momento el legado del diseñador en el que todos parecen inspirarse últimamente, consigue con sólo 37 salidas un sólida colección basada en el juego de lo masculino y femenino, que pasa del Principe de Gales al negro y el gris para rematar en 11 pases en un blanco inmaculado en las que hay más historia de la moda que en todo el Museo del Traje de Madrid.